MÚSICA

El primer concierto de Metallica en España: un potente derroche de energía que vino precedido de una tragedia

El 17 de enero de 1987, el cuarteto de San Francisco actuó en el Palacio Municipal de Deportes de Barcelona, solo unos meses después de perder a su bajista Cliff Burton en un accidente de autobús 

Una entrada del primer concierto de Metallica en España. / Cedida

Juanjo Talavante

En 1986, con la aparición de su tercer disco, Master of Puppets, cuyas ventas no tardaron en dispararse, especialmente en Estados Unidos, el grupo de thrash metal Metallica decidió emprender una gira por Estados Unidos, que continuaría posteriormente por suelo europeo. Pero las cosas comenzaron a torcerse muy pronto en el verano de aquel año: el vocalista y guitarrista del grupo, James Hetfield, sufrió una lesión de muñeca practicando skateboarding, lo que obligó a suspender algunas de las actuaciones previstas. La solución de emergencia que encontró el grupo consistió en emplear a John Marshall, el técnico que se hacía cargo de los instrumentos del otro guitarrista de la banda, Kirk Hammett, como reemplazo temporal con el instrumento hasta que Hetfield se recuperara. Marshall era, además, guitarrista de Metal Church, el grupo que actuaría como telonero en el debut de Metallica en España un tiempo más tarde.

En septiembre Metallica comenzó su serie de conciertos en el Viejo Continente en busca de consolidar su imagen y afianzarse entre los jóvenes aficionados europeos a ese subgénero del metal que se caracterizaba por riffs poderosos, baterías aceleradas, cambios de ritmo constantes y letras oscuras y críticas. El día 26 de ese mes, tras completar su actuación en Estocolmo, los miembros de la banda se subieron al autobús para emprender viaje al siguiente destino, Copenhague. Justo antes, Kirk Hammett y el bajista Cliff Burton se jugaron a las cartas quién descansaría en la cama con la que contaba el vehículo.

La gira estaba resultando agotadora para el cuarteto de San Francisco por la ausencia de comodidades, así que tener la oportunidad de tumbarse durante unas horas era uno de los mayores placeres posibles para los músicos tras un concierto. Burton sacó la carta ganadora y ocupó aquel preciado lugar. Sin embargo, la combinación de palabras “la suerte está echada” resultó irónica y despiadadamente trágica en las primeras horas del día 27 de septiembre. El autobús en el que viajaba Metallica sufrió un accidente en Kronoberg (Suecia), comenzó a dar vueltas, Burton salió despedido y el vehículo acabó cayendo sobre él causándole la muerte. Tenía sólo 24 años.

El monumento que recuerda a Cliff Burton cerca el lugar donde se produjo su fallecimiento en Kronoberg (Suecia). / Frogg

Aquel duro golpe provocó que Hetfield y Ulrich se plantearan incluso poner fin a la banda. La gira se suspendió, y con ello los conciertos previstos para los días 8 y 9 de octubre en Barcelona y San Sebastián, respectivamente, en los que la banda Anthrax iba a acompañarlos como telonero.

Hubo que esperar a 1987 para que se produjese la primera actuación de Metallica en España. La ciudad elegida fue Barcelona, la fecha, el 17 de enero, y el escenario, el Palacio Municipal de Deportes . Hasta allí se desplazaron fans procedentes de muchas localidades y provincias cercanas a la Ciudad Condal. Al día siguiente el grupo estadounidense actuaría en Madrid. Muchos aficionados al rock acudían a la cita para comprobar in situ el desempeño de una de los máximos representantes del thrash metal, el subgénero del heavy que iba ganando año tras año adeptos en España.

En los aledaños del recinto se produjeron algunas peleas entre pandilleros y un joven resultó herido de gravedad por arma blanca. También hubo algunas cargas policiales. Las medidas de seguridad fueron considerablemente altas. Algunos asistentes contaron que en el cacheo a las puertas del Palacio les quitaron las características muñequeras de pinchos que definieron la estética de no pocos heavys en aquellos años. Una vez dentro del espacio en el que tendría lugar el concierto no hubo incidencias reseñables más allá de los típicos empujones y movimientos algo bruscos de buena parte de la concurrencia que se agolpaba en las primeras filas bajo el escenario. La realidad es que aunque el Palacio presentaba una buena entrada no llegó a llenarse.

La formación de Metallica que actuó en Barcelona en 1987, en una imagen posterior. / Archivo

Tras la actuación de los teloneros Metal Church comenzó a sonar The Ectasy of Gold, una canción compuesta por Ennio Morricone para la película El bueno, el feo y el malo, y que ha acompañado durante décadas al grupo como preámbulo para sus actuaciones. Sobre el escenario irrumpieron los cuatro miebros de Metallica: James Hetfield (guitarra y voz), Kirk Hammett (guitarra principal), Jason Newsted (bajo, tras la muerte de Burton) y Lars Ulrich (batería). El tema Battery sonó como contundente apertura, con los fieles metaleros levantando sus puños al aire y disfrutando de ese nuevo estilo demoledor que aceleraba el pulso al son de una batería frenética.

El barcelonés Daniel Cardó estuvo allí. Tenía entonces 19 años. “Han pasado 37 años, pero recuerdo aquel concierto muy bien. Era una gira que llevábamos tiempo esperando. Aquel pabellón era muy icónico. Allí vimos a bandas como Iron Maiden y Wasp un mes antes, por ejemplo. Para ver a Metallica fui con mis colegas de toda la vida, que además teníamos un grupete de música. Ya con la primera canción aquello fue tremendo”.

Después llegó el turno de Master of Puppets, una de las canciones que mejor aceptación recibían en los directos del grupo estadounidense. “La banda estaba en uno de sus mejores momentos. Master of Puppets significó un antes y un después en el heavy metal en cuanto al sonido”, asegura Cardó. “Era una época en la que el thrash metal prácticamente estaba emergiendo, y la actitud de Metallica aquel día no fue como la de ahora, que son más ‘amables’. Ellos tenían que ir muy de duros, que para eso tocaban thrash metal, pero se les vio muy bien, sobre todo a James Hetfield, que estaba en un gran momento, y también a Kirk Hammett, al que siempre se le ha visto muy cercano”, afirma.

Sonaron a continuación For Whom the Bells Tolls, Welcome Home (Sanitarium), Ride the Lightning, Whiplash y The Thing that Should Not Be, con un solo de bajo de Jason Newsted de por medio. Y después, con la interpretación de Fade to Black se generó una especie de éxtasis colectivo. Era un tema que había sido recibido con cierto recelo entre algunos fieles de la banda, pero el público de Barcelona reaccionó tratando de emular la energía que proyectaba el grupo sobre el escenario. Seek and Destroy y Creeping Death cerraron la primera parte del concierto, antes de que la banda descargara los bises: The Four Horsemen, Am I Evil y, finalmente, Damage, Inc.

“La imagen que siempre se me viene a la cabeza es la del escenario con las cruces, como las que aparecían en la portada del disco Master of Puppets. Aquí en España los grupos en aquella época venían siempre con recortes del escenario. Veías unas giras espectaculares en otros países, y llegaban aquí y decías ‘qué pasa, nos han engañado’, pero aquel escenario, siendo Metallica un grupo relativamente nuevo para el mercado español, se me quedó grabado”, recuerda Cardó. Para este fan de Metallica también fue destacable aquella noche la calidad del sonido: “Aquel pabellón no solía tener muy buena acústica. Allí habíamos visto a los Ramones y no nos enteramos de la mitad de lo que cantaron. Con Motörhead, igual. Pero con Metallica hubo un sonido clásico con las guitarras de Metallica como las de hoy en día, aunque ya hayan bajado un poco el pistón. Fue una sensación de gran fuerza”.

La crónica del concierto que apareció en el diario La Vanguardia dos días más tarde calificaba de “cañero” al cuarteto y mencionaba que “cada miembro del grupo sabe tocar muy bien su respectivo instrumento y los tocan todos ellos, efectivamente, con una eficacia contundente de veras”. El cronista también hacía referencia al “gran potencial energético del grupo” y consideraba: “es tal vez una energía inconcreta y descontrolada

pero muy poderosa”.

Más demoledora sería la crítica de la revista Heavy Rock con la actuación de Metallica un día después en la capital de España. El cronista afirmaba en ella que “Metallica siguieron haciendo ruido sin ningún atractivo” y continuaba afirmando que “hicieron los correspondientes bises, una prolongación del sopor con que me habían inundado durante la mayor parte de su repertorio”. “No creo que Metallica sean o signifiquen la nueva era del heavy metal. Mala salida tendría el género, sería un callejón sin salida”, vaticinaba.

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“Ibas a ver un grupo que había hecho Master of Puppets, que nos llegó hasta dentro, pero ninguno de nosotros pensaba que Metallica iba a llegar donde iba a llegar” reconoce Cardó, que casi cuatro décadas después sigue conservando en su memoria aquella primera actuación de la banda de San Francisco en España, y guardando esa entrada en un álbum de fotos como un preciado tesoro de su particular museo vital.  

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