NOVEDAD EDITORIAL

Las colecciones de libros y su única constante: "El 99% de las bibliotecas que se han creado en la historia no existen ya"

Los investigadores Arthur Der Weduwen y Andrew Pettegree recorren en su libro 'Bibliotecas. Una historia frágil' cómo su uso y composición ha ido cambiando con el tiempo

La biblioteca de Nueva York, inaugurada en 1911. / EFE

Ángeles Castellano

En España, en 2022, había 5.654 bibliotecas (con 27.650.519 usuarios inscritos), de acuerdo a los datos del Ministerio de Cultura y de ellas, tan sólo el 13,9% eran privadas. Pero su historia es mucho más reciente de lo que se puede pensar. La Biblioteca Nacional de España nació en el siglo XVIII por impulso del rey Felipe V, en el mismo periodo que en el resto de países europeos se comenzaba a decidir que preservar y controlar las copias de los libros que se publicaban en el país era algo necesario y positivo para el desarrollo intelectual del país. Para tener bibliotecas públicas en España, tendríamos que esperar bastante más: el sistema que desembocaría en las redes de bibliotecas de hoy en día no surgiría hasta mediados del siglo XIX. Y sin embargo, las bibliotecas entendidas como colecciones de libros, o de escritos, es tan antigua como la historia misma.

La historia de algunas de las colecciones o de los sistemas de bibliotecas más relevantes a lo largo de los siglos, también su fragilidad, es el tema central del libro recientemente publicado Bibliotecas. Una historia frágil (editorial Capitán Swing). Sus autores son Arthur Der Weduwen (Países Bajos, 1193), escritor e historiador de la Universidad de Saint Andrews (Escocia, Reino Unido) y Andrew Pettegree (Reino Unido, 1957), historiador y catedrático en la misma universidad. Quién escribía los libros, con qué materiales, cómo y quién se almacenaban y quién los destruía son algunos de los asuntos que abordan en un libro en el que la cantidad de información y detalle es abrumadora. Sobre esta publicación atienden por videoconferencia a este periódico.

P: Este libro no solamente cubre la historia de las bibliotecas públicas como las conocemos hoy. ¿Por qué decidieron abarcar la historia desde el principio de los tiempos?

Andrew Pettegree: Lo que se suele escribir acerca de las bibliotecas es su historia institucional, algo como: "las 100 bibliotecas más bonitas del mundo" y, sin embargo, una de las cosas más interesantes es que cuando se inventó la imprenta en el siglo XV pasaron otros cuatro siglos antes de que el concepto de biblioteca pública quedase completamente arraigado, y esto es algo que ningún otro autor había apuntado hasta ahora.

Arthur der Weduwen: Es por esto que queríamos tener una perspectiva histórica tan amplia. La gente siempre ha querido crear textos y coleccionarlos, pero las formas en las que se ha hecho han ido cambiando constantemente a lo largo de la historia. Y algo que creo que es muy aleccionador es que la gente interesada en los libros no necesariamente quiere recopilar lo que sus padres o abuelos o alguien diez o veinte generaciones antes de nosotros recopilaron, lo que no deja de ser una paradoja, porque se suelen coleccionar libros para la posteridad, cuando en realidad no sabemos lo que va a interesar o va a encontrar útil la gente del futuro.

Arthur der Weduwen y Andrew Pettegree, investigadores y autores de 'Bibliotecas. Una historia frágil', publicado por Capitán Swing. / Cedida

P: De hecho, la misma idea de la fragilidad de las bibliotecas es algo que está muy presente a lo largo de todo el libro desde su título. Lo que cuesta crearlas y lo fácil que es acabar con ellas. La única constante en la historia es la destrucción de las colecciones de libros, esto resulta sorprendente.

AP: Sí, creo que esta es una idea muy útil porque vivimos un momento, al menos en el Reino Unido, en el que la gente está muy preocupada acerca de la muerte de las bibliotecas públicas. En Reino Unido dependen de los municipios, que están obligados legalmente a mantener el servicio, pero la legislación no explica cómo debe ser, sobre todo teniendo en cuenta cuestiones como la financiación. Cuando empezamos a investigar para este libro hablamos con trabajadores de las bibliotecas que estaban haciendo campaña para mantenerlas abiertas. Lo curioso es que estas personas no eran grandes usuarios de estas. Creo que son personas con muy buenas intenciones, profesionales o jubliados que piensan que lo hacen para alguien más, pero ese alguien más no está necesariamente utilizando las bibliotecas. Así que escribir el libro en ese momento nos ayudó a mostrar que la crisis de las bibliotecas no es consecuencia de la cultura digital. El 99% de las bibliotecas que se han creado en la historia no existen ya.

P: En el libro cuentan la historia de la biblioteca de Hernando Colón (1488 - 1539), hijo de Cristóbal Colón, porque fue una de las primeras en tener vocación universal, esto es, recopilar toda clase de documentos que se publicaban y no solamente las grandes obras trascendentes. Es fascinante que aún hoy sirva para conocer cómo eran determinados aspectos de la vida cotidiana en su tiempo y al mismo tiempo, es desalentador que la mayor parte se haya perdido...

AW: Felipe II sólo quiso conservar alguno de sus libros, el resto los dejó en Sevilla. Nos apoyamos mucho en los historiadores, en los Hernando Colón del mundo, porque cada generación de coleccionistas ha tenido alguno con esta visión de urraca de tratar de conservar no solamente los libros más caros o los que están coleccionando los académicos contemporáneos, sino cada pieza de información que pueda ser de algún interés. Uno de mis favoritos es Anthony Wood, en Oxford, que llega a arrancar los carteles callejeros que anuncian subastas públicas o eventos próximos. Y los esconde todos en su ático pero no le da acceso a nadie, por temor, presumiblemente, a que se lleven las cosas. Es un caso extraordinario porque su colección pasó posteriormente a una institución de Oxford y gracias a esto lo conocemos. Pero creo que por cada Anthony Wood debe haber docenas de personas que intentaron algo similar y cuando murieron, su familia encontró sus posesiones y pensó, ¿cómo vamos a lidiar con esto? Y el material no acabó en una biblioteca.

AP: Investigadores como Andrew y yo estamos profundamente en deuda con personas de las que seguramente se pensaba que estaban un poco locas en su momento. Tenemos un proyecto llamado Catálogo Universal de Títulos Cortos que intenta registrar cada pieza impresa de antes de 1701. Reconstruir los libros perdidos de la historia europea es de hecho una de nuestras princinpales prioridades en el grupo de investigación del que formamos parte en la Universidad de Saint Andrews. Incluso en el siglo XIX había gente que coleccionaba novelitas baratas con historias del Oeste y cosas así que no querían estar cerca de las bibliotecas. Y esta es de hecho otra parte de la historia que contamos en este libro, que el movimiento de las bibliotecas ha ido cambiando con el tiempo, porque en su momento sus impulsores tenían la determinación de que sus contenidos debían mejorar a los lectores. Y claro, después una jornada de trabajo de diez horas en una fábrica, no quieres irte a a casa a mejorar. Sólo quieres un poco de entretenimiento ligero. En la historia ha habido una divergencia entre lo que ofrecían las bibliotecas y lo que los lectores querían realmente.

La quema de libros durante el nazismo, como esta ocurrida en una plaza de Berlin, no acabaron con los libros prohibidos, ya que los propios nazis conservaron algunos ejemplares para estudiarlos. / Georg Pahl (Wikimedia Commons)

P: La relación del poder con las bibliotecas es otro aspecto a tener en cuenta, tanto para impulsar bibliotecas como para destruirlas. ¿Es esto algo que tuvieron muy presente en este libro?

AW: La capacidad destructiva del poder sobre las bibliotecas es antiguo, hay demasiados ejemplos a lo largo de la historia de gente queriendo destruir el conocimiento de otros, generalmente de la mano de la conquista de territorios o la búsqueda de eliminar una cultura o civilización. Pero, por otro lado, en estos movimientos destructivos suele haber gente que deseaba lo contrario, conservar una parte de lo que se supone que tendrían que estar destruyendo, porque pensaron que podría resultarles útil. Y esto se ve clarísimo con los excéntricos intentos nazis de destruir la cultura y sabiduría judía y al mismo tiempo construir una de las mayores colecciones de libros judíos disponibles en la historia de la Humanidad porque querían asegurarse de que podían estudiar la cultura.

AP: Después de acabar este libro juntos escribí una secuela en torno a los libros en tiempos de guerra (The Book at War: How Reading Shaped Conflict and Conflict Shaped Reading, no publicado en español aún). Y sí, hay una relación paradójica entre el poder y la imprenta reconocida tanto en dictaduras y democracias. Los libros son una fuente poderosa de ideología, muy a menudo antes de una guerra, como la semilla que difunde las ideologías que dirigen hacia la guerra. Si miramos la historia del imperialismo, la gente no se educa necesariamente a través de trabajos teóricos formales, sino a través de los folletos que le dan una especie de visión heroica de los colonialistas yendo al extranjero. Y lo interesante es que el poder controla lo que se publica y se cataloga en las bibliotecas públicas, pero si lo que se ha permitido se prohíbe después es extremadamente difícil eliminar esas copias de las bibliotecas privadas. Tenemos un ejemplo muy interesante con el libro La broma, de Milan Kundera, que en 1969 es eliminado de las bibliotecas públicas de Checoslovaquia porque Kundera cae en desgracia y es expulsado del Partido Comunista. Pero esto deja todavía 100.000 copias del libro en manos privadas, cinco veces más de los ejemplares que había en bibliotecas públicas. Esto expone los límites del poder del Estado. Es similar a lo que está ocurriendo en Ucrania ahora. Se han destruido 300 bibliotecas en el primer año de guerra, pero estos libros no son ejemplares únicos, lo que significa que siempre habrá copias por ahí circulando que permitirán reestablecer las colecciones. Y esta es el arma secreta del libro, su fuerza liberadora.

Detalle del libro de horas de Catalina de Cleves (alrededor de 1440), un tipo de libro manuscrito medieval con oraciones, salmos y otras referencias a la liturgia católica que las mujeres de la nobleza durante la Edad Media solían encargar como símbolo de estatus social. / The Morgan Library and Museum

P: En el libro dedican también espacio al papel de las mujeres en las bibliotecas, tanto histórico -como mecenas o como escribas en los monasterios- como actual -el trabajo en las bibliotecas está muy feminizado-. ¿Ha sido imposible encontrar, sin embargo, grandes mujeres coleccionistas?

AW: Creo que las mujeres fueron importantes coleccionistas, pero la situación legal histórica es una dificultad para rastrearlas, porque a menudo los libros que eran recopilados por mujeres quedaban legalmente bajo el nombre de su marido o tutor y es difícil saber cuál era su participación real en estas grandes colecciones históricas. Creo que también vemos la importancia de las mujeres en lo que se refiere al establecimiento de tendencias y esto es especialmente importante en el periodo medieval con el ascenso de los libros de horas y una propiedad laica mucho más amplia de libros religiosos, fuera de los monasterios, porque es algo que hacían las mujeres de la élite, que eran quienes encargaban estas copias hermosas de libros artísticamente decorados que podían llevar de un lugar para otro. Esto luego se filtra hacia abajo en la escala social, y tener un libro religioso se convierte en un activo importante para mostrar en público tu lugar en la sociedad. Y luego, hay muchas cosas que no están documentadas apropiadamente, pero las mujeres también fueron fundamentales en mantener las bibliotecas familiares tras la muerte del cabeza de familia para que pasasen a las generaciones siguientes. Ha habido múltiples maneras de estar presente, pero a veces es difícil apuntarlo con nombre propio. Conforme avanzamos en los siglos XVIII, XIX y XX, cuando las mujeres, gracias a las mejoras en la educación y la generalización de la alfabetización, comienzan a tener mayor presencia en los centros de trabajo, se hace mucho más obvio que lideran los procesos de coleccionismo de libros. Y esto se une al hecho de que cuando se inicia el movimiento de bibliotecas públicas ves que entre los profesionales las mujeres ocupan papeles mucho más importantes como libreras y responsables de los catálogos.

P: ¿Cuáles son los mayores retos que tienen las bibliotecas en la actualidad?

AP: Bueno, hay diferentes niveles. En nuestro mundo, el de la universidad, uno de los grandes retos es el espacio para hacer crecer las bibliotecas. Muchas ya no tienen lugar y esto está llevando a una carrera hacia lo digital, algo que los editores apoyan porque recorta sus costes enormemente. Así que lo que hacen ahora es en lugar de vender libros individuales como e-books venden lotes y así las bibliotecas pueden ampliar mucho sus colecciones y además esto permite que mucha gente pueda leer un libro simultáneamente. Esto tiene muchas ventajas, pero también trae el problema de que las instituciones no poseen los libros, solamente las licencias, con lo que si se cancela la suscripción se podría cancelar el catálogo entero.

AW: No conozco la situación exacta en España, pero en algunos otros países como Estados Unidos o Reino Unido hay un asunto importante que tiene que ver con la cantidad de servicios que ofrecen. Los gobiernos han recurrido a las bibliotecas como espacios para ofrecer los servicios sociales que se han ido recortando. Así que hay menos espacio para libros y menos tiempo para leer. Y esto es una amenaza, porque sin libros una biblioteca ya no es una biblioteca, es un espacio social genial, pero no gira en torno a la lectura o hablar sobre libros o descubrir nuevos mundos en los libros. Ahora hacemos esto en internet, pero en algunos aspectos es más limitante, porque está basado en algoritmos que reafirman tus intereses, no te descubren algo que te desafíe o en lo que no sabías que estabas interesado. La biblioteca es un buen lugar para esto. Si lo expulsamos de nuestra vida, estamos limitándola.

P: Esto enlaza con algo que también tratan en el libro, la amenaza de Google Books. ¿No es una buena idea que se digitalicen todos los libros del mundo, como pretende hacer Google?

AP: Bueno, es una compañía privada que puede decidir retirar el servicio.

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AW: Y sin avisar, no tienen responsabilidad ante nadie. Ofrecen un servicio que es gratis y que ayuda pero está en su plataforma, que es privada.

'Bibliotecas. Una historia frágil'

Andrew Pettegree, Arthur Der Weduwen

Editorial Capitán Swing

616 páginas | 29 euros

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