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‘Sagrada familia' (Netflix): la familia unida seguirá no siendo vencida

Hoy se estrena la segunda temporada de este thriller que promete más escenas de acción y la vuelta de algunos de sus personajes más míticos

Ella Kweku, Alba Flores, Macarena Gómez y Najwa Nimri, en Sagrada familia. / NETFLIX

Con el estreno el año pasado del thriller Sagrada familia en Netflix, Manolo Caro nos trajo su universo particular, como ya hizo con La casa de las flores y Alguien tiene que morir, protagonizado en este caso por una madre enfermizamente posesiva y sus hijos, emocionalmente secuestrados por ella, a los que dan vida Nawja Nimri (Gloria/Julia), Carla Campra (Aitana/ Mariana) e Iván Pellicer (Abel/Edu).

En la segunda temporada, y en principio última, que estrena la plataforma este viernes, 17, veremos cómo esa familia unida seguirá no siendo vencida. O al menos lo intenta desesperadamente, con lo que la acción contenida de la primera da paso unos capítulos en los que se pasa a la acción. E incluso hay pistolas. Aunque para Caro no haya esa separación: “Es como un tercer acto en el que entramos en este ritmo y en esta cosa vertiginosa donde los personajes tienen que salvarse unos a otros y buscar sobrevivir”, explica a El Periódico el también director. 

Asimismo, el vecindario en el que se intenta integrar esa extraña familia que adopta otra personalidad para esconder un secreto, cobra en esta ocasión aún más protagonismo, porque esa suerte de mujeres desesperadas con las que se codeaba Gloria/Julia (Nimri) para aparentar normalidad, a las que dan vida Macarena Gómez (Blanca, la amiga metomentodo que esconde dentro de sí mucho dolor) y Ella Kweku (Alicia, con aparentemente una vida perfecta), se ven envueltas, asimismo, en sucesos trágicos o inesperados que trastocan por completos sus vidas. La serie recupera, asimismo, a dos personajes, desconcertantes (histriónico, en el caso de ella) Germán y Caterina que creíamos perdidos (al minuto cero esto deja de ser un spoiler), interpretados por Àlex García y Alba Flores. Asimismo, no deja de estar continuamente presente el hijo fallecido de Gloria/Julia, Santi (Nicolás Illoro), porque ni la muerte es capaz de destruir el obsesivo vínculo entre ambos. 

Explorando maternidades

No obstante, pese a haber mayor acción y precipitarse más los acontecimientos, sigue sobrevolando a la serie esa reflexión sobre las maternidades tóxicas (de la que es su máxima y desbocada personificación el personaje de Nimri, que proclama, amenazante "¡la familia no se toca!", "¡la familia es sagrada!" ), las maternidades dolorosas (la de Gómez, que tira adelante como puede con su hijo con síndrome de Down) y la incomprendida ausencia de vocación de ser madre (que representa muy Alicia), así como el desespero que pueden provocar las paternidades frustradas, que en ocasiones se derivan de ello.

Sigue provocando tanto rechazo como magnética atracción el personaje de la madre, que para la actriz de La casa de papel y 30 monedas, acostumbrada a bregar con papeles difíciles, le supuso una gran complicación: “En general soy muy poco apegada, por lo que para mí ha sido todo un proceso entender a esta persona y hacerla atractiva de verdad. Tuve que justificar todo un montón de patologías para poder interpretar en su código a este tipa. Me costó mucho trabajo, pero estoy muy orgullosa. Me gusta mucho el resultado final”, confiesa la actriz a este diario.

Vidrieras y cabinas

De nuevo, otra protagonista más de la serie, después, claro está, de las coloridas vidrieras (multiuso) es la arquitectura brutalista de Madrid, con localizaciones en lugares de extraña belleza como el edificio de UGT, el Edificio Costillares (sede del Instituto de Ciencias de la Construcción), la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, el Club Las Encinas (Boadilla del Monte), el Parque del Tío Pío, así como las casas de las amigas, que son casas particulares en realidad, y que son muy acordes a la personalidad de cada una: más oscura, la de Gloria,y de decoración kitsch con aire almodovariano, la de Blanca.

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Asimismo, al desarrollarse en unos años en los que aún no hay móviles, aparece un amplio catálogo de cabinas telefónicas: “Como todos están huyendo, es la manera de que se puedan encontrar unos a otros”, justifica Caro, que, de paso, sostiene que la aparición de las nuevas tecnologías para comunicarse entre personas han hecho mucho daño a los relatos de películas y series.

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