PANTALLAS

‘Vida y muerte en un almacén’: la película que muestra la peor cara del comercio electrónico

La cinta, que fue nominada a un BAFTA a la mejor película para televisión y se puede ver en Filmin, es un crudo relato que pretende mostrar la realidad de una industria inhumana

Una escena de ’Vida y muerte en un almacén’. / Cedida

A estas alturas todos hemos leído alguna vez noticias sobre las condiciones laborales de las personas que trabajan en los almacenes de grandes empresas de comercio electrónico como, por ejemplo, Amazon. Otra cosa es que hagamos algo al respecto. Cada día, millones de personas en todo el mundo compran a través de estas plataformas y el producto llega a sus manos en solo unas horas, casi por arte de magia. Pocas veces pensamos, ya en el momento de abrir la caja, cómo ha llegado hasta nosotros.

Ahora Filmin acaba de estrenar en nuestro país una película que quizá hará replantearse estas cosas a algunas personas. Se trata de Vida y muerte en un almacén, una producción de la BBC, dirigida por Joseph Bullman y escrita por la guionista Helen Black, inspirada en sucesos reales y que tiene detrás un amplio trabajo de investigación sobre el tema.

La cinta, que ha sido nominada este año al BAFTA a la mejor película dramática para televisión, cuenta la historia de Megan, una mujer de 29 años que, tras pasar un tiempo en Londres, vuelve a su localidad natal, donde encuentra un trabajo de mando intermedio en un almacén logístico en el que cada día se preparan miles de pedidos.

Allí se encuentra con una antigua amiga de la infancia, Alys, que trabaja en el almacén preparando pedidos. Megan se convierte en su supervisora, responsable de que el trabajo se realice dentro de los durísimos parámetros definidos por la empresa, teniendo que llevar a su equipo al límite, incluida su amiga. Para complicar un poco más las cosas, Alys se acaba de quedar embarazada.

La película recrea de forma cruda las condiciones laborales abusivas, los mecanismos de control excesivos y los ritmos de trabajo inhumanos que operan en los almacenes de las principales empresas de distribución internacional. Estas prácticas, que son fundamentales para nuestros hábitos de consumo en internet y nos permiten recibir nuestras compras cómodamente en casa, también representan un riesgo significativo para los trabajadores de estas grandes compañías.

“Estaba haciendo otra película en un pequeño pueblo galés que solía ser una zona minera de carbón y donde, tras el cierre de las minas, ya no hay trabajo”, cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el director del film, Joseph Bullman, respecto a cómo se le ocurrió contar esta historia. “La gente del pueblo me dijo que un posible trabajo temporal que podían conseguir era trabajar en uno de estos grandes centros de distribución. La cosa funcionaba de la siguiente manera: cada mañana recibían un mensaje que les avisaba de que tenían trabajo para ellos ese día. Pero el mensaje llegaba demasiado justo y no les daba tiempo a llegar desde su casa, con lo que algunas personas comenzaron a dormir en la parada de autobús cubierta del pueblo con la esperanza de recibir el mensaje y poder ir y trabajar”. Esta forma de avisar cada día a los trabajadores también se ve reflejada en la película.

El sindicato secreto de uno de esos almacenes ganó un premio por ser los que más habían reclutado en un año y tuvieron que recogerlo con máscaras para que nadie los reconociera"

Joseph Bullman, director

A Bullman le horrorizó la historia y allí arrancó una investigación, junto a la guionista Helen Black y la productora Aysha Rafaele, que les llevó cuatro años, durante la cual se entrevistaron con muchos trabajadores y extrabajadores de esos centros. Fue así como descubrieron, por ejemplo, cómo la empresa evita por todos los medios que se monten sindicatos, obligando a los empleados a organizarse de forma clandestina. “El sindicato secreto de uno de esos almacenes ganó un premio por ser los que más personas habían reclutado en un año y tuvieron que recoger el premio con máscaras para que nadie los reconociera y así conservar su trabajo”, afirma el director.

Megan (Aimee-Ffion Edwards) llega al almacén para trabajar como un mando intermedio.

/ Cedida

“Es, además, un trabajo agotador”, continúa. “Cada uno de los trabajadores está obligado a completar 150 tareas por hora, cada segundo de su jornada está calculado, y son trabajos muy repetitivos, por lo que las personas sufren muchas lesiones. De ahí las historias de empleados que han llegado a escribir cartas suplicando ayuda y las han puesto en los paquetes que envían y otros casos que pueden verse en la película”.

Una historia muy real

Nada de lo que aparece en la trama es inventado”, afirma Helen Black, su guionista. “El mayor reto fue cómo darle forma a una narración e incluir la mayor cantidad de información posible. También hubo algunos momentos en los que pensamos: ‘la gente no se va a creer esto’. Por ejemplo, que los jefes utilicen ese lenguaje tan particular, ¡pero es que lo hacen!”

“Vamos a ayudarte a ser el mejor colaborador”, “Solucionemos este problema entre todos, como un equipo”, “Nos hemos de centrar en el cliente”, son frases que los jefes en la película repiten como un mantra. Una especie de mandamientos que se traducen en un control absoluto sobre los tiempos que se invierten en cada una de sus microtareas, el número de pedidos preparados o las veces que se va al servicio. “Todas esas frases en realidad quieren decir: 'vamos a controlar cada segundo de tu día'”, afirma Joseph. “Es como una secta que dice querer ayudarte a ser un mejor trabajador, pero en realidad solo tiene que ver con el dinero. Un esfuerzo monumental, absurdo para que unas cuantas personas en California ganen más y más dinero. Resulta siniestro, pero no es un episodio de Black Mirror, todo lo que se ve le pasó a personas reales”.

Mi padre era minero pero uno de estos almacenes es todavía peor que las minas. Los mineros podían reírse de su jefe dentro de los túneles, pero es imposible hacerlo en una de estas instalaciones ultravigiladas”.

Helen Black, guionista

Según Helen, y así se refleja en la película, “en estos almacenes los jefes se comportan como una banda que está continuamente vigilando a los empleados, que son controlados por cámaras que están por todas partes. Mi padre era minero pero uno de estos almacenes es todavía peor que las minas. Los mineros todavía podían reírse de su jefe dentro de los túneles, pero es imposible hacerlo en una de estas instalaciones ultravigiladas”.

La protagonista de la historia es Megan, pero también su amiga, Alys, y las consecuencias que el embarazo de esta tiene en su trabajo. Esto hace a Vida y muerte en un almacén prácticamente una historia de mujeres. “Como mujer estoy especialmente interesada en las historias de mujeres y me parecía muy importante centrarnos en cómo sufren especialmente en estos entornos”, nos explica Helen. “No hay nada más normal para una mujer que quedarse embarazada, y estas organizaciones prefieren seguir ignorando esto. Pero, ¿por qué? Ganan miles de millones y lo seguirían haciendo si les dieran a las mujeres embarazadas trabajos menos duros durante el tiempo de la gestación. Parece que ni siquiera están interesados en eso, sino en crecer y crecer, en hacerlo todo más rápido y en que sus trabajadores se conviertan en robots”.

Alys (Poppy Lee Friar), a la que ayuda su compañero Devon (Aled ap Steffan), es la empleada embarazada que sigue sufriendo las presiones de la empresa.

/ Cedida

“Creo que los dueños de estos negocios podrían convertirlos en lugares de trabajo seguros, civilizados y decentes para todas las personas que trabajan en ellos en todo el mundo y ni siquiera notarían la cantidad de dinero que les costaría”, explica Joseph. “Entonces me surgen dos preguntas: ¿Qué tipo de psicosis sufren para no hacerlo? No se trata solo de que no encuentren el tiempo para hacerlo, sino que luchan activamente contra los intentos de mejorar las condiciones de trabajo y tratan de aplastar a los sindicatos. La otra sería ¿por qué permitimos que eso continúe? Sinceramente, creo que esta situación forma parte de uno de los grandes problemas de la vida moderna: nadie se siente responsable de nada. Muchas personas, cuando ven la película dicen ‘bueno, así es el mundo en el que vivimos, no podemos hacer nada para cambiarlo’. Esa es la razón por la que tenemos un grave problema y necesitamos movimientos que cambien el mundo, pero bueno, eso ya es otra historia”, concluye.

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