ENTREVISTA

Anamaria Vartolomei, protagonista de 'El acontecimiento': "Como actriz es muy difícil liberarte de la tiranía de la imagen"

La película sobre un aborto ilegal en la Francia de los 60 que ganó en el último festival de Venecia ha convertido a la joven franco-rumana en la intérprete con mayor proyección del cine europeo.

Anamaria Vartolomei, fotografiada en Madrid. / Alba Vigaray

En las primeras escenas de El acontecimiento, el personaje al que da vida Anamaria Vartolomei se prepara con sus amigas para salir de fiesta en una espartana residencia universitaria de la Francia de los primeros sesenta. Anne es seria y de pocas palabras, pero el grupo está relajado y bromea sobre cuánto deben (cuánto pueden) ajustar su ropa para gustar a los chicos. Ella es la más atrevida. El bar al que llegan está animado y hay música, las tres amigas bailan y trazan el mapa del ligoteo. Anne va más por su cuenta: habla con los chicos que quiere, no espera a que la inviten, desprecia la mirada juzgadora de otras chicas más remilgadas.

En menos de cinco minutos de metraje y sin exhibición de esfuerzo, la directora Audrey Diwan ha planteado con maestría el tema de la película, la libertad sexual de las mujeres. El nudo gordiano de esa libertad y de la cinta lo descubrimos poco después, y es el 'acontecimiento' del título: un aborto ilegal. El mismo al que se tuvo que enfrentar en aquellos lejanos sesenta Annie Ernaux, la gran escritora francesa autora del libro en el que se basa la película.

En esos escasos minutos, a Vartolomei también le ha sobrado tiempo para demostrar de cuánto es capaz con muy pocos recursos: el gesto decidido cuando recorta la falda de su amiga, los ojos bien abiertos entrando feliz en el bar, la sonrisa mientras baila, la autonomía con que se mueve entre los chicos como le da la gana. La interpretación minimalista, austera, que buscaba Diwan y que se prolonga a lo largo de toda una historia que, sin embargo, tiene un altísimo octanaje emocional y es un infierno para su protagonista.

El acontecimiento se hizo con el León de Oro en la última edición del Festival de Venecia, y además de consagrar a Diwan como una de las grandes directoras actuales ha convertido a su protagonista en la actriz con más futuro del cine europeo. Nacida en Bacau, Rumanía, en 1999, Anamaria Vartolomei se mudó a Francia cuando tenía seis años. La actriz se crió con sus abuelos antes de instalarse con sus padres, que ya llevaban un tiempo emigrados, en los alrededores de París.

Siendo todavía muy pequeña se unió al grupo de teatro escolar, y a los 10 años trabajó en su primera película. Se llamaba My Little Princess (está disponible en Filmin) y contaba otra historia bastante turbia: la de una niña (entonces rubísima) que, en el París de los 70, se convierte en modelo de fotografías eróticas para su madre, una artista de vida y cabeza bastante disipadas a la que daba vida nada menos que Isabelle Huppert. Aquella primera interpretación ya llamó la atención y le acarreó alguna nominación a premios. Desde entonces no ha parado de trabajar junto a grandes nombres del cine francés, aunque es esta que se estrena ahora la que supone su gran consagración como actriz con solo 22 años.

La actriz interpreta a una estudiante universitaria de clase trabajadora que se queda embarazada contra su voluntad.

/ Caramel Films

En persona, Vartolomei es tan segura y minimalista en gestos y expresividad como su personaje, pero ahí terminan sus similitudes. La chica de clase obrera que, en la película, decide abortar a cualquier precio para poder seguir estudiando y viviendo la vida que quiere vivir, en un contexto que se lo pone extremadamente difícil, es aquí una joven actriz que se sabe deseada por los mejores directores del mundo, que habla un inglés excelente y que va vestida de los pies a la cabeza de Chanel, la marca con la que colabora desde hace unos años. Una mujer preparada para el dominio global.

¿Cuál fue su primera impresión cuando se topó con la historia de 'El acontecimiento'?

Lo primero que vi fue el guión, aunque me compré el libro el mismo día y lo leí enseguida. Y mi primera impresión fue descubrír lo que significaba 'aborto ilegal'. Me enfadé mucho conmigo misma, porque no tenía ni idea. Me sentí culpable por mi ignorancia, y abrí los ojos a un tema que todavía es tabú. Sentí que quería defender a esta chica, hacerle justicia. Así que aproveché la oportunidad que me da ser actriz para arrojar luz y hablar de un tema que es importante. Además, me encantó el hecho de que la película no habla solamente de aborto ilegal, sino también de deseo sexual, de ambición intelectual, de valentía, de determinación… De hecho, habla de libertad, de ser libre.

Cuando descubrí lo que significaba 'aborto ilegal' me enfadé mucho conmigo misma, porque no tenía ni idea. Y sentí que quería defender a esta chica, hacerle justicia"

¿Fue su primer contacto con la obra de Annie Ernaux?

Solo había leído El lugar, porque a casi todo el mundo se lo hacen leer en el colegio, y tuve que hacer algún trabajo sobre él. Pero leí mucho a Annie Ernaux después del rodaje, porque quería mantener conmigo algo de ella.

¿Cómo trabajó para meterse en la piel de esta joven mujer que atraviesa una circunstancia tan difícil?

Fue casi todo durante el confinamiento. Audrey y yo solíamos llamarnos cada día para compartir referencias de libros, y sobre todo películas, que pudieran ayudarnos a construir el personaje. Vimos por ejemplo Rosetta, de los hermanos Dardenne. E hicimos una especie de patchwork con todo eso. Un puzzle con muchas ideas, muchas referencias, muchas actitudes que veíamos en otros, y a partir de ahí creamos lo nuestro. Luego, después del confinamiento, ensayamos durante dos semanas con el resto de actores para crear epíritu de grupo y para trabajar también una especie de musicalidad particular de los años 60. Pero reservamos una parte para el rodaje, porque no ensayamos las escenas más duras, las más dolorosas.

Siendo las más difíciles, ¿se la jugaron?

Sí, porque es complicado ensayar algo así. Son unas escenas que como actriz -y aquí hablo solo por mí, quizá otros actores dirían otra cosa-, cuando las repites una y otra vez, las acabas haciendo de una forma mecánica. Y yo creo que tiene que ser algo más espontáneo, con esa magia que solo aparece cuando gritan "acción", lo haces y luego cortan. Tienes que arriesgarte para sorprender. Pero esta es la razón por la que la confianza que yo tenía con Audrey, y ella conmigo, fue tan importante.

De hecho, creo que trabajaron codo con codo esas escenas más dolorosas, incluso ensayando juntas el ritmo de la respiración.

Sí, pero no todas las escenas, solo la última.

Esa escena, en el baño, es realmente dolorosa.

Sí, fue una escena muy dura. Además, yo no quería inspirarme al 100% en el libro. Quería olvidarme de lo que había leído y crear mi propio personaje, no entrar en una especie de juego de imitación. Cuando leí el libro, esta escena concreta fue la única que se quedó perfectamente grabada en mi cabeza. Estaba contada con tanto detalle que la leí y se quedó dentro de mi. Cuando llegué al set para hacerla por primera vez, todo parecía muy fácil. Lo hice tal cual estaba en el libro. Pero no funcionó. Y me lo dijeron: "no funciona, no entendemos qué has querido hacer".

En las paradas entre escenas lloraba, no sabía qué hacer. Sentía que no era buena, que no estaba a la altura"

¿Y qué hizo?

Pues deconstruir todo lo que había construido en mi cabeza durante meses y crear algo nuevo. No fue fácil, porque no sabía qué dirección tomar. Y aquí es cuando Audrey vino con la idea de hacerlo juntas. Las dos nos mirábamos: yo veía cómo debía quedar, y ella veía si funcionaba. Y fue ahí cuando trabajamos mucho el tema de la respiración. Me ayudó mucho. La verdad es que yo estaba tan perdida… En las paradas entre escenas lloraba, porque no sabía qué hacer. Nada tenía sentido. Sentía que no era buena, que no estaba a la altura. Y me repetía: toda la película desemboca en esa escena, ¿qué pasa si no sale bien? No tenía referencias, nada. Tuvimos que crearlo juntas porque yo sola no podía.

En la película, la relación de la protagonista con sus amigas oscila entre la complicidad y la incomprensión.

/ Caramel Films

¿Qué tipo de directora es Diwan?

Es muy precisa y muy exigente. Sabe exactamente dónde quiere llegar, aunque luego no sepa totalmente cómo llevarte hasta ahí. Por eso hay que crear juntas. Ha sido la primera vez en la que yo me he implicado tanto en el proceso de hacer una película. Nos llamábamos antes de cada día de rodaje. Había muchas ideas que compartir, y también discutimos mucho. Ella me dijo que buscaba una cómplice intelectual para crear juntas. Y ese encuentro fue muy sincero, tanto trabajando como a nivel humano. Sentirme tan a gusto con ella, tan cómoda, fue clave.

¿Un hombre podría haber hecho esta película?

Creo que sí. Yo creo que hablar siempre de la mirada femenina reduce la mirada de una mujer a su género. Y eso no me gusta. La mirada es mucho más que el género. Es tu cultura, es tu vida, son tus estudios... Así que sí creo que un hombre podría haberla hecho, aunque de otra manera. Igual que otra mujer, porque todo cambia de persona a persona. Si Audrey lo hizo así es por su propia historia. Porque ella misma tuvo un aborto, por su pasado, por sus estudios, por su compromiso y, claro, también porque es una mujer.

¿Habló también con Annie Ernaux para preparar el papel?

No. Teníamos que encontrarnos con ella antes de rodar, pero por culpa del confinamiento, no lo hicimos. Y al principio me sentí muy frustrada, porque me faltaba algo, necesitaba sentirme validada por ella. Pero entonces me di cuenta de que era mejor así, porque no conocerla me permitió sentirme libre y crear mi propio personaje. Nos conocimos después, en un pase de la película. Ahí empecé a leerla mucho. Como la había interpretado, yo quería contarle cosas, contarle mi admiración y cuánto me había ayudado como mujer, como mujer joven, a emanciparme y sentirme más segura y más valiente. Y tenía miedo de no encontrar las palabras justas para decírselo. Pero fue muy bien, muy cómodo.

Ha compartido rodajes con muchos grandes nombres del cine francés. ¿Cual ha sido el consejo más importante que le han dado? 

Sandrine Bonnaire [que interpreta a su madre en El acontecimiento] me dió uno. Me contó que, para ella, una buena actriz es la que se olvida de sí misma y a la que no le importa cómo sale en la pantalla. Porque yo le había hablado de eso. La primera vez que ví la película todavía estaba acabando de descubrir la historia. Qué escenas se habían mantenido, cuáles se habían cortado… Pero cuando la ví por segunda vez me sentí muy mal, porque no es una película estética. Es duro, como actriz y como mujer, especialmente como una mujer joven, verte tan vulnerable. Y es verdad que en principio no importa, porque yo no hago cine para salir guapa. Si no, sería otro tipo de actriz y las cosas serían más fáciles, supongo. Pero es difícil aceptarlo y liberarte de toda esa tiranía de la imagen para concentrarte en lo esencial, en la emoción. Creo que este es un consejo que me voy a quedar para siempre, porque te ayuda a entender que se trata de dar, de ser generosa en la pantalla.

Vartolomei con Sandrine Bonnaire, que interpreta a su madre en la película.

/ Caramel Films

Si hace balance, ¿El acontecimiento ha sido una experiencia dura?

Más que dura, diría que fue exigente. Pero también apasionante. Yo adoraba ese guión, y trabajar con Audrey, y mi personaje. Estaba muy contenta cada mañana de ir al set e interpretar, incluso cuando las escenas eran duras. Pero sí que hubo algunas que fueron verdaderos retos, porque mi cuerpo estaba muy implicado. Y en particular las escenas de dolor fueron muy difíciles de interpretar, porque tienes que crear y usar tu imaginación y jugar con cosas que no conoces. Pero todo el equipo estaba tan implicado y tan apasionado por la película que sentía que estábamos haciendo algo fuerte, algo grande. Y creo que aunque no hubiera ganado el León de Oro habríamos estado muy orgullosos de ella, porque trabajamos con mucho cariño, con mucha pasión y dedicación.

Cuando empiezas a actuar siendo una niña, creces pendiente de que los otros te validen. Por eso creo que mi vida personal como adolescente fue bastante dura, porque te pasas el tiempo comparándote"

Casi no ha parado de trabajar desde los 11 años. ¿Echa de menos haber tenido una vida un poco más convencional?

En realidad no he rodado tantas películas. Más o menos habré hecho una o dos por año, pero yo seguía yendo al colegio y tenía mis amigas. Mi madre quería que mantuviera mis clases. Y sí, creo que he tenido una vida razonablemente normal. Lo que cambia cuando empiezas a actuar siendo una niña, cuando eres pequeña, es que creces estando siempre pendiente de que los otros te validen. Por eso creo que mi vida personal como adolescente fue bastante dura, porque te pasas el tiempo comparándote. No te sientes suficientemente buena. Siempre es la opinión de otros la que importa. Como adolescente es bastante duro porque te crea problemas de autosestima, de falta de confianza y cosas así. Porque como actor dependes del deseo del espectador, del deseo del director y del deseo de la industria. Tienes que ser muy dura y muy fuerte a nivel mental.

A pesar de su dedicación, llegó a ir a la universidad.

Cuando terminé el bachillerato, mi madre quería que fuera a la universidad y lo hice. Me matriculé en la Sorbona para estudiar Letras Modernas, pero solo duré un día, porque no era capaz de concentrarme en eso. Me sentía un poco culpable. Seguro que había gente a la que le gustaría estar en mi lugar y yo estaba en otra parte.

La actriz, el día de la entrevista.

/ Alba Vigaray

Nació en Rumanía y se mudó a Francia cuando tenía seis años. ¿Cómo conviven esas dos identidades dentro de usted?

Creo que es una gran riqueza, me siento muy afortunada de tener ambas culturas. En casa hablamos rumano, y de hecho soy bilingüe. Además, son culturas diferentes y me siento muy nutrida por ambas. Para un actor es maravilloso tener muchas referencias, muchas ideas diferentes, conocer los comportamientos típicos de ambos países.

¿Tiene lazos fuertes con Rumanía, va a menudo?

Sí, porque toda mi familia está allí. En Francia tengo a mis padres y mi hermano. Pero en Rumanía tengo a todos mis abuelos, mis primos, mis tíos y tías…

Su familia vive a menos de dos horas de la frontera con Ucrania. ¿Tiene miedo?

¡Sí! Por Ucrania y también por el mundo. Estoy muy asqueada por todo lo que está pasando, todavía no me lo puedo creer. Tiene un punto absurdo vivir tu vida con comodidad e intentar hacer las cosas cotidianas cuando la decisión de un hombre hace que el mundo tiemble. Es aterrador. Pero creo que tenemos que ser solidarios. Y además mi generación me permite creer en el futuro, porque nos ayudamos los unos a los otros, somos muy conscientes de la situación y no estamos solo enfocados en nosotros mismos.

Es optimista, entonces.

Soy muy optimista. Quiero decir: trato de serlo. Porque creo que, hoy en día, es importante ser optimista.

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