Arte

La invasión de los cuerpos: la performance vuelve más fuerte que nunca

Propuestas híbridas, piezas en Zoom o actuaciones geocalizadas. El llamado 'arte de acción' se lanza a la conquista de nuevos escenarios y públicos coincidiendo con un boom de esta práctica que parece no tener fin.

La performer Miss Beige (en el centro) junto a un grupo folclórico de vecinos de Chinchón durante el festival Arte vivo en las Villas de Madrid. / Fede Coll

Anochece en Barcelona, y mientras el último en llegar se instala en la sala, cinco personas se colocan en lo que parece un círculo improvisado. Alguien sigue la escena desde una esquina; esta vez le ha tocado a ella ser quien aporte la necesaria mirada externa. Un golpe de bombo de una pista de deep techno reverbera en las paredes y los cuerpos comienzan a interactuar entre espasmos y bucles, con una complicidad muda. Cuando terminan, Matilde comparte con sus compañeros sus impresiones y algunos puntos de la ejecución que hay mejorar. Es uno de los últimos ensayos de la performance Apocalipsis entre amigos o el día simplemente antes de su estreno, la pieza que el artista Julián Pacomio ha estado gestando durante su residencia en el espacio dedicado a la creación Graner, y donde el fin del mundo no dista demasiado de un after. Esta es solo una de las muchas propuestas que se presentarán a lo largo de este año en el circuito de salas y festivales de artes escénicas, en los que la performance gana cada vez una mayor visibilidad.

Rebautizada como “artes vivas” –de la expresión anglosajona live art–, la performance ha evolucionado respecto al término que abrazaron el Cabaret Voltaire de Zurich o los accionistas vieneses. Ahora, como señala la historiadora Roselee Goldberg en su libro Performance Art, se trata más bien de una hibridación de prácticas como la danza, el arte sonoro, el teatro físico o incluso la acción política en torno a un mismo denominador: la creación de un arte vivo. “Las nomenclaturas sirven sobre todo para comunicar una pieza y que el público tenga una idea más concisa de lo que va a ver. Recuerdo una vez, a la salida de un espectáculo de La Ribot –la artista y coreógrafa–, a algunos espectadores indignados porque aquello les parecía una tomadora de pelo. Ahora puede ser más evidente, pero la danza, el arte del cuerpo o las visuales llevan muchos años cruzándose”, explica Óscar Dasí, coreógrafo y director artístico del centro de creación La Caldera, en Barcelona.

Un momento de la performance 'Apocalipis...', de Julián Pacomio, en La Capella (Barcelona).

/ Mila Ercoli

En cualquier caso, esta liberación de etiquetas ha facilitado el trabajo a los curadores para encajar estos lenguajes menos normativos en programaciones, ciclos y exposiciones de diferente naturaleza. “Se ha producido una fetichización del cuerpo en el museo, aunque, muchas veces, las artes vivas siguen siendo programadas como entretenimiento, ya sea en inauguraciones, halls de museos o activaciones paralelas. Esto no quita que se organicen ahora más exposiciones en torno a la performance y cada vez sea más fácil ver el trabajo de coreógrafos bien posicionados en centros de arte y bienales”, explica Julián Pacomio. En 2017, la artista alemana Anne Imhof fue galardonada con un León de Oro en la 57ª Bienal de Venecia por su hipnótica revisión de Fausto. Una pieza que no solo la catapultó al olimpo de las artes, sino que consiguió despertar el interés por la performance entre un público hasta entonces muy alejado de ella como los millennials, gracias en buena parte a una puesta en escena con modelos vestidos de Adidas y Balenciaga que venían a representar algunos de los males y obsesiones de esta generación.

Preparados, arte, acción

El Centro de Cultura Contemporánea Condeduque acaba de estrenar su temporada con varias performances. Entre ellas está La exclusión, una propuesta escénica multidisciplinar de Niño de Elche creada a partir de un texto del filósofo Ramón Andrés y donde el polifacético cantaor cuestiona el papel del sistema en los espacios de pensamiento y reflexión. O Un espacio para recordar, de Germán de la Riva e Itsaso Iribarren, una performance en la estela de las Dramawalkers del Centro Dramático Nacional –en las que el público camina por la calle con auriculares–, que propone un recorrido por la sede del centro marcado por la experiencia y la memoria personal del espectador. En noviembre, Las Naves del Español de Matadero (Madrid) presentan Uncles & Angels, una producción de Nelisiwe Xaba entre la performance, la danza y el vídeoarte que sirve a la artista sudafricana para cuestionar sobre las tablas las tradiciones practicadas a las niñas en el Sur de África para preservar su virginidad. El Teatro Pradillo, por su parte, propone a finales de mes una inmersión visual y sonora en Burn Your Garden, el nuevo proyecto del escenógrafo y performer Víctor Colmenero, donde la figura del jardín deviene la madre de todas las formas.

La performance aterriza también en las galerías del barrio Lavapiés. 1 Mira Madrid acoge hasta mediados de noviembre la muestra “Esther/Tiempo/Presencia” de la Premio Nacional de Artes Plásticas Esther Ferrer, pionera del arte de acción en España y miembro de ZAJ, un grupo de vanguardia que en los años 60 llegó a colaborar con John Cage. No es la única que en esta rentrée presenta el trabajo de una artista vinculada directamente con las artes performativas. Desde el mes pasado se pueden contemplar en el espacio de Rosa Santos las esculturas con las que la artista Elena Aitzkoa interactuará con cuerpo y voz durante la performance que hará los días 17 y 18 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

'Autorretrato en el tiempo, 1981-2019', que forma parte de la exposición 'Espacio/tiempo/Presencia' de Esther Ferrer en la galería 1 Mira Madrid.

/ Cortesía de la galería

En Barcelona, La Caldera abre sus puertas durante el mes de octubre al público con Corpografies #7, el nuevo ciclo de su programa centrado en las escrituras corporales y narrativas de la presencia y la capacidad del cuerpo para articular discursos. En esta edición, se podrá ver el resultado del trabajo durante su residencia en el centro de artistas como Alina Ruiz Folini o Adaline Anobile. Otra cita a destacar en la Ciudad Condal es la presentación de Symphony performance, en el marco del Escena Poblenou 2021; un espectáculo con el que Xavier Manubens aborda la identidad travesti desde la instalación y la coreografía.

Cuerpos en el espacio virtual

No cabe duda de que las artes escénicas han sido las peor paradas a raíz de las restricciones del Covid19, obligando a agentes y a artistas a repensar nuevos espacios y herramientas para dar continuidad a sus proyectos. Estación espacial, de Álex Peña, Alberto Cortés y Rosa Romero, es una obra por videollamada programada por el Teatro de La Abadía que se desarrolla a modo de viaje a través de Google Earth y Zoom, y donde intervienen conceptos como la intimidad y el voyeurismo. “Creo que esta crisis ha servido para abrir la mente de golpe a quienes no lo hacían antes. El encuentro de nuevos formatos, tanto digitales como no, ya existía, pero como espectadores somos un poco vagos y tendemos a cerrarnos a toda experiencia que requiera un plus de apertura ­–explica Peña–. Hemos descubierto mucho en este proceso sin echar de menos el encuentro físico, ya fuera haciendo uso de la pantalla, la red, la familia, la soledad”. Un punto de partida que ha evolucionado también hacia otros campos como el de la inteligencia artificial en el proyecto ENA (Nomen Nescio) de Roger Bernat para el Teatro Lliure de Barcelona, donde el público podía interactuar durante una semana con una bot de manera ininterrumpida.

En el caso de la joven galería madrileña Habitación Número, la plataforma YouTube cumple un rol crucial en su programación. “La idea surgió con el incremento de streamings durante el primer confinamiento, pero ahora es parte del concepto de la galería. Si queremos generar arte de un modo contemporáneo, es muy importante seguir manteniendo la retransmisión online, tanto de conciertos como de perfomances. Es una manera también de hacer nuestro contenido más accesible”, recalca Paula Ramos, comisaria del espacio junto a Belinda Martín. La galería está situada en un bajo de una esquina del barrio de Usera, al sur de Madrid, y sus shows son exhibidos también a los viandantes desde el otro lado de sus grandes ventanales. “Nuestro objetivo es que estas prácticas formen parte del espacio público. Todo lo que ocurre dentro queda a la vista. Esto no quiere decir que sea fácil vincularse con un público que no tenga una predisposición para el arte, pero es un comienzo para mostrar que espacios como este existen”.

Nuevos públicos para viejas prácticas

Instituciones como La Casa Encendida o Centro de Arte Dos de Mayo llevan años impulsando y visibilizando la performance en la capital desde sus programaciones, ciclos y talleres. Desde las celebradas Picnic Sessions del CA2M, o las residencias que ambos espacios acogen cada año en colaboración con el festival Acento. “Cuando empezamos a programar performances en La Casa Encendida nos dimos cuenta de que existía un público en Madrid que hacía mucho caso a este tipo de propuestas. Esto se aprecia también en cómo la disciplina se ha ido insertando cada vez más en el mundo de las artes visuales o de las exposiciones, donde antes no estaba tan presente. Pienso que las nuevas generaciones tienden a hacer menos separación entre géneros y a apreciar más esos espacios híbridos”, señala Lucia Casani, directora de La Casa Encendida. El espacio acaba de abrir el telón de You Got to Get In to Get Out, una muestra sobre la música tecno que incluye en su programa espectáculos de Michele Rizzo, Ania Nowak y Sergi Botella. “No concebíamos una exposición sobre el techno sin artes vivas. Creo que hay una necesidad de ver cuerpos y de trabajar temáticas más experienciales”, agrega.

De esto sabe de sobra Juan Alemán, alma máter de La Juan Gallery, que inaugura espacio en el barrio de Arganzuela de Madrid así como una nueva edición en noviembre de sus residencias Hospital de Artistas. Recientemente, el proyecto ha tomado forma de compañía ambulante con Arte vivo en las Villas de Madrid: “Con este programa llevamos nuestra concepción del arte vivo a los pueblos de la Comunidad de Madrid, propiciando el encuentro de la performance con el folclore, artistas locales, artesanos o asociaciones de vecinos”, cuenta. El carácter democratizante de la galería, que este año pretende reforzar su oferta de formación para artistas, no ha cambiado en estos seis años de actividad: “Nuestro primer local tenía ventanas a la calle. Cualquiera que pasara por delante se convertía automáticamente en espectador. Esto hizo que el proyecto llegara a mucha gente y generara curiosidad y debates como si es o no arte. Nos gusta que cualquier persona se asome y saque sus conclusiones. Nuestra intención es hacer esto para el gran público, no para las élites”.