REPORTAJE

El oficio de librero, una profesión vocacional

Dueños de pequeñas y selectas librerías de toda España coinciden en que, entre la imagen idílica y la gestión cotidiana, existe un gran esfuerzo personal y un espíritu afín a lo artístico, pero que el trabajo es muy gratificante

La Librería Gil, en Santander, que este año ha recibido el Premio Boixareu Ginesta al librero del año. / Álvaro Polavieja

Mariana Sández

¿Quién, que tenga devoción por los libros, no ha pensado alguna vez en lo fascinante que podría ser montar una librería? Posiblemente se trate de una de las fantasías más recurrentes entre los amantes de la lectura. Si bien una conversación con quienes han llevado a la práctica tamaña empresa nos devuelve a la realidad: entre esa imagen idílica y la verdadera gestión cotidiana de una librería existe un inmenso esfuerzo personal. Exige, además, un espíritu afín a lo artístico, no solo por ser adalides de la literatura, sino porque, en definitiva, se trata de un emprendimiento que requiere enormes cuotas de dedicación contra un retorno económico a menudo justo o limitado en comparación con otras áreas del mercado.

Pedidos diarios a las distribuidoras y devoluciones semanales, coordinación de largos turnos entre empleados (cuando pueden contratarse), además de la presencia constante de los dueños y la promoción de talleres, clubs, cursos, charlas y otras actividades que ahora deben ser filmadas y reproducidas online es parte del régimen que supone esta actividad. Aparte de participar en eventos monumentales como Sant Jordi y las ferias de libros que requieren de un desdoblamiento maestro entre atender la librería y ocuparse de la respectiva caseta.

Así y todo, los apasionados del sector suelen celebrar haber elegido ese camino porque les significa una satisfacción que no obtendrían en otros contextos profesionales. En las líneas que siguen a continuación, varios libreros de diversas ciudades españolas cuentan su experiencia en primera persona.  

Con historia

Algunas de las librerías han ido pasando de generación en generación dentro de una misma familia. La que lleva el nombre Hijos de Santiago Rodríguez, en Burgos, es considerada una de las más antiguas de España. Fundada en 1850, su web la presenta como una de las cinco primeras en surgir en Europa. La dueña actual, Lucía Alonso Rodríguez, explica que "heredar un negocio familiar es siempre un orgullo y un desafío a la vez; si ese negocio es centenario, lo es aún más , y si encima de todo el negocio en cuestión es una librería, ya son palabras mayores". Y aunque reconoce que, en principio, no había planeado ser librera, pues pensaba dedicarse a restaurar patrimonio pictórico, el destino quiso que se comprometiera con el proyecto, acompañada y guiada por su madre. "Para mí no hay una profesión más bella y gratificante. Y más cuando pienso en los parientes que me han precedido".

¿Qué hace tan atractiva la tarea? "Despertar el amor por los libros en los pequeños, aconsejar y compartir historias con los mayores, ser un nexo de unión en mi comunidad y una promotora de la cultura entre mis paisanos, formando ya parte de la historia conjunta de todos ellos, década tras década, es un regalo para mí más que un trabajo", admite con gran entusiasmo. 

El de Alfredo Quirós, en Oviedo es un caso bastante similar. La librería Cervantes fue fundada por su abuelo en 1921 y luego dirigida por su tía, Conchita Quirós, considerada uno de los motores culturales de Asturias. Luego le tocó el turno a él: "Por decirlo de alguna manera, en tanto que tercera generación, soy librero desde que nací. Básicamente mi vida no transcurre fuera de la librería. Exceptuando pequeños lapsus en el extranjero, he crecido entre libros. No hay reunión o charla familiar en la que no esté presente de una u otra manera la librería, es parte intrínseca". 

Dos caminos

La Cervantes tiene cuatro plantas abiertas al público y un total de 20 empleados, un número muy superior a lo que es habitual. En cuanto a qué caracteriza al librero de raza, Quirós cree que "se llega al mundo de la librería por dos caminos bastante distintos: o bien eres un lector compulsivo y asiduo a las librerías, o bien vienes de una saga familiar de libreros". "En mi caso concreto -prosigue- es ambas cosas. No conozco a nadie que se meta en el negocio librero pensando que va a hacer un gran negocio o cuya mayor aspiración sea mejorar su estatus económico, más bien es una vocación cuya mayor satisfacción es sentirse parte de la historia cultural de nuestra sociedad. Trabajar entre libros para mí es un placer, creo que soy de los afortunados que disfrutan con su trabajo, aunque no tenga tanto tiempo para leer como en realidad me gustaría".

Se llega al mundo de la librería por dos caminos bastante distintos: o bien eres un lector compulsivo y asiduo a las librerías, o bien vienes de una saga familiar de libreros

Alfredo Quirós

— Librería Cervantes (Oviedo)

La Librería Gil de Santander -esta misma semana ha recibido el Premio Boixareu al librero del año- fue fundada por un matrimonio en 1967 y luego pasó a manos de los cuatro hijos que la conducen en la actualidad. Cuenta con dos locales y un nutrido fondo de más de 30.000 libros. En 2013 recibió el Premio Nacional a la mejor librería cultural. "Además de las tareas habituales necesarias para tener nutrida y activa la librería, prácticamente todos los días tenemos presentaciones de libros, talleres, debates, muestras bibliográficas, conciertos o exposiciones de arte y fotografía, actividades para niños...", enumera Paz Gil en su local de la plaza de Pombo, rodeada por un incesante ir y venir de empleados y clientes. 

"Nos implicamos en la labor cultural de la región más allá de los límites físicos de la librería. Hemos impulsado actividades como la feria de editoriales independientes en el Centro Botín, hemos acompañado otras iniciativas como las de la Fundación Santander Creativa en torno a la promoción de la lectura. También participamos en los ciclos de PhotoESPAÑA y en la Feria ArteSantander con artistas plásticos; hemos colaborado con el Festival de Cine local y damos lugar a audiciones musicales de los alumnos de un conservatorio, entre otras muchas del estilo", añade, demostrando su especial interés por la diversidad artística y su relación con los libros.

Casi todos los días tenemos presentaciones de libros, talleres, debates, muestras bibliográficas, conciertos o exposiciones de arte y fotografía, actividades para niños...

Paz Gil

— Librería Gil (Santander)

El pueblo de Alcañiz (Teruel) es pequeño, cuenta con unos 18.000 habitantes y tiene dos librerías "con librero detrás", es decir, con recomendaciones y buena selección literaria. Una es la más antigua del lugar, muy respetada por la gente de la zona, la de Miguel Ibáñez. La otra, una sucursal de Santos Ochoa, que lleva Eugenio Ramo, donde se desarrolla un club de lectura presencial y virtual en el que participa gente de toda España, una manera de ampliar los límites del pueblo. "Mi relación con el universo librero comenzó en Barcelona durante mi etapa universitaria: cierto día sentí el impulso de robar dos novelas de Vladímir Nabokov en unos grandes almacenes y, aunque mi plan no salió todo lo bien que esperaba, el destino quiso que un tiempo después empezara a trabajar allí. Años más tarde, al cumplir los treinta, sentí otro impulso: el de abrir mi propia librería para que me robasen a mí", cuenta con humor Ramo, conocido y respetado en el mundo del libro español, quien no esconde las cuitas del rubro.

Y continúa: "A veces me siento un soldado quijotesco que lucha por defender algo de un valor intangible como es la literatura. Diariamente peleo -peleamos- con el ritmo que se ha impuesto en el mercado del libro: la vorágine frenética de novedades se ha vuelto tan desmesurada que es complicado mantener un fondo razonable. En ocasiones fantaseo con una especie de huelga librera en la que, durante un mes, no pidamos ninguna novedad. A ver qué sucedería entonces".

Rafael Gutiérrez es dueño de La Buena Letra, en Gijón, pero además es presidente de la Asociación de Libreros de Asturias, reelegido por tercera vez. Al escucharlo en las presentaciones de otros autores se hace evidente que estudió Filología y fue profesor de literatura, que le apasiona ese universo: "La librería siempre había sido un sueño que veía como inalcanzable. Hice un curso en el Centro Municipal de Empresas de Gijón para elaborar un plan de negocio ya que, si bien la parte cultural creía que la tenía controlada, la parte contable era un pozo sin fondo. Intenté huir de la librería mostrador que por entonces era más común y busqué crear un espacio propicio para el encuentro en torno al libro y la cultura. Desde entonces hemos celebrado cientos de presentaciones de libros, talleres, charlas, cuentacuentos, tenemos un club de lectura mensual, etcétera. Para mí trabajar con libros representa vivir y sentir aquello que me apasiona. Me gusta leer, me gusta hablar de libros, me gusta recomendar libros y además he tenido el privilegio de poder conocer a autores a los que admiro mucho".

En ocasiones fantaseo con una especie de huelga librera en la que, durante un mes, no pidamos ninguna novedad. A ver qué sucedería entonces

Eugenio Ramo

— Librería Santos Ochoa (Alcañiz, Teruel)

Hay librerías que llegan para ampliar la oferta cultural de una ciudad o una región. Eso tuvieron en cuenta los dueños de Llibreria 22, en Girona, que por entonces, en 1978, estaba limitada en ese sentido. "Un grupo de personas con diferentes sensibilidades se pusieron de acuerdo para abrir un negocio con voluntad de ser referente en la organización de actos culturales, traer autores y ofrecer una selección bibliográfica singular", explica Jordi Gispert, quien está actualmente a cargo. En su opinión, "una librería es un comercio en el que la gente acostumbra a entrar en su tiempo libre, no entra por necesidad. Teniendo esto en cuenta, el oficio de librero parte de la relación que se establece con los clientes. La satisfacción del cliente después de una recomendación o la complicidad en las lecturas con algunos de ellos son situaciones que dan sentido a la profesión".

Proyectos más nuevos

Quijotesco o no, este oficio milenario y castigado en muchos sentidos por la hipervelocidad cultural de estos tiempos sigue encontrando exponentes que apuestan por el oficio. Los Libros Salvajes, en Villaviciosa de Odón (Madrid), fundada por Félix Domínguez y Carmen Trejo, se hizo particularmente conocida por su club de lectura, buscado tanto por autores como por lectores. "Nos convertimos en libreros por una mezcla de necesidad y de pasión. Siempre nos encantaron las librerías y los libros, son nuestro lugar en el mundo. Hace seis años, ante una crisis laboral, nos lo planteamos y lo pusimos en marcha", detallan. 

Nos gusta ser libreros: poco a poco vamos construyendo nuestra comunidad de clientes y lectores. Ninguna tarde de domingo nos invade la tristeza porque al día siguiente hay que trabajar

Félix Domingo y Carmen Trejo

— Los Libros Salvajes (Villaviciosa de Odón, Madrid)

Aunque reconocen que es una labor dura y que mantener un "negocio a la antigua", donde los dueños son el principal motor cada día, representa mucho trabajo, están convencidos de que acertaron. "Nos gusta ser libreros: poco a poco vamos construyendo nuestra comunidad de clientes y lectores. Ninguna tarde de domingo nos invade la tristeza porque al día siguiente hay que trabajar. Al contrario: vivimos rodeados de libros y de gente como nosotros que ama los libros. Organizar clubes de lectura, presentaciones, ciclos de arte y de literatura... somos unos orgullosos trabajadores de la cultura".

Duro pero gratificante

La Librería Ambulante, en Sevilla, lleva unos cinco años abierta y, aunque se disculpan con los autores que van a hablar de sus libros porque el espacio es pequeño, lo cierto es que Juanjo y Tamara han hecho caber a toda España e incluso países limítrofes en el marco de su club de lectura ambulante. Envían una caja muy cuidada con el libro y algún detalle a donde estén sus lectores, luego debaten el libro en encuentros virtuales. "Pensamos que el negocio de las librerías es vocacional. En nuestro caso, montamos nuestra librería por la pasión que nos producen los libros".

La fantasía de la librería propia y la pareja nacieron casi en paralelo, cuenta Tamara. "Trabajar con libros es tan agradable que, aun si hay muchísimo más trabajo detrás de una librería de lo que cualquiera piensa, te da la sensación de que realmente no estás trabajando. También nos encanta el contacto con el lector, especialmente hacerle descubrir algo en lo que nunca habría reparado y que vuelva enamorado de esa recomendación. Sabes que estás haciendo algo bonito por la gente, que estás ayudando a dar a conocer grandes historias, a que la cultura siga siendo un músculo fuerte en la sociedad... Trabajar en una librería es duro, pero es muy bonito y muy gratificante", concluye Juanjo.

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El entusiasmo y el compromiso genuinos hacia el oficio, por parte de los libreros, son actitudes que a ningún lector se le pasan por alto cuando se ingresa en una librería. El librero de espíritu y el lector apasionado se reconocen inmediatamente y es seguro que desde entonces esa relación quedará sellada.

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