CRÍTICA

'Mil ojos esconde la noche', de Juan Manuel de Prada: un trabajo literario gigantesco y valioso

El autor de 'La máscara del héroe' regresa a la gran literatura con una novela que bebe de la historia para construir un relato excepcional sobre la vida y las miserias de los exiliados españoles en el París ocupado

Juan Manuel de Prada. / L. O.

Javier García Recio

Juan Manuel de Prada ha vuelto a reconciliarse con la Literatura y a mostrar la continuidad de su talento narrativo. A finales del siglo pasado, firmó una novela perfecta en su prosa, en su relato, La máscara del héroe. Nacía con ella un novelista auténtico y brillante. Pero, luego, le tentó la prosa fácil de corte ideológico y otras frivolidades al uso donde ha prodigado y malgastado su talento.

Recuperado de esa enfermedad, De Prada se reconcilia, como decimos, con la Literatura y presenta una obra excelente y memorable: Mil ojos esconde la noche. Todo un reto narrativo y de demostración de talento. Es la primera entrega de esta historia colosal que ocupará en total de 1.600 páginas. La segunda parte será Cárcel de tinieblas.

La novela tiene un protagonista, Fernando Navales, el mismo de Las máscaras del héroe. Si allí ofrecía una visión extravagante y lúcida de la bohemia madrileña del pasado siglo, ahora muestra los ambientes literarios y artísticos de los españoles que vivían exiliados o por gusto en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial.

Navales, un falangista camisa vieja, resentido, sin escrúpulos y carente de moral, un fracasado movido por el resentimiento por no haber triunfado como escritor, recibe el encargo de atraer a la Falange a aquellos republicanos españoles de corte moderado que viven en París. Es brutal en sus referencias de todo tipo: sexuales, políticas, culturales, literarias. Es un fracasado movido por el resentimiento por no haber triunfado como escritor. Navales seguía el camino que le había aconsejado el escritor colombiano Vargas Vila, "hágase fuerte en sus vicios y exalte sus defectos. Es el modo de triunfar y sobre todo siembre odio por doquier".

París se cagaba de miedo con la llegada de los alemanes. La democracia erigida en dogma se iba al vertedero de la historia, aplastada por las botas de los soldados de Hitler, rubios y apolíneos, que llegaban arrasando el legado de Rousseau y Montesquieu, toda esa morralla de parlamento y división de poderes y demás paridas para mentecatos que meriendan nardos, en el lenguaje grosero y zafio de Navales.

El París ocupado

De Prada refleja bien ese París ocupado, una ciudad contradictoria, difícil y peligrosa. París era un mundo inquietante y confuso y especialmente peligroso y difícil. Son los llamados annees noires. Un París en donde, para sobrevivir, era inevitable dedicarte a negocios turbios, al mercado negro, a las falsificaciones de obras de arte. El mundo de los refugiados españoles era en general dramático al estar allí la mayoría de manera forzada y pasar esos años de forma azarosa y con graves penurias.

La peculiaridad de la colonia de los artistas españoles en París durante aquellos años es que "había gente de muy variado pelaje". Estaban los que vivían desde mucho tiempo atrás, como Picasso y el escultor Mateo Hernández, y los del exilio, algunos que se habían marchado de España al poco de estallar la Guerra Civil, temerosos del rumbo que tomaba el conflicto, como Gregorio Marañón, y otros que pasaron la frontera con la caída de Cataluña, a comienzos de 1939.

Además, estaban los corresponsales de la prensa franquista. Y luego, los aventureros que viven en Europa "y que les apetece vivir la experiencia del París ocupado por los alemanes", como el periodista César González-Ruano. Se formó entonces una variopinta colonia de personas muy variadas, artistas, periodistas y escritores, unidas por la nacionalidad, y por las penurias del exilio.

Personajes reales

De Prada construye una historia donde todos los personajes -excepto el protagonista, Fernando Navales- son reales e incluso la mayoría de los sucesos que relata también lo son. Desde el canalla Pedro Urraca, el policía que guía las perversas intenciones de Novales, pasando por el embajador José Félix Lequerica, Serrano Suñer, Gregorio Marañón e incluso Ernst Jünger, visitando el taller de Picasso.

Para él, González-Ruano era "Ruanito", que había triunfado con su escritura fluente, con su lirismo de bisutería sentimental, con su mundo interior canijo y su prosa trasnochada y cursi de salita con cretona. Cuenta cómo en Roma las crónicas para ABC se las escribía la policía mussoliniana, que él solo espolvoreaba con metáforas de relumbrón y que luego en Berlín era generosamente recompensado por Goebbels.

Picasso, "el pintamonas", es para Navales un maltratador, que vejaba física y psicológicamente a sus amantes, y se divertía humillándolas; Buñuel daba palizas a homosexuales; César González-Ruano y el poeta comunista francés Paul Éluard se intercambiaban a sus mujeres en la cama, mientras este último trafica con obras de arte falsificadas.

En su tarea de atraer al bando falangista a los republicanos más moderados, Navales consiguió que don Gregorio Marañón adjurase públicamente de su liberalismo irredento en una entrevista en la que el intelectual se pronunció a favor del fascismo e incluso de los principios del Movimiento de Franco.

Navales tienta a todos e intenta corromper a todos. Por las páginas de la novela pasan el escultor Mateo Hernández, la poeta Ana María Sagi; la diseñadora y bailarina Ana de Pombo, con la que Navales inventa una tórrida secuencia sexual; el crítico catalán Sebastián Gasch, el pintor tenebrista Daniel Sabater; Grau Sala, el escultor Apeles Fenosa, el pintor Pedro Creixams, Antonio Clave, Carlos Fontseré y más.

Navales a todos intenta humillar y sobornar, solo tiene una mirada compasiva e incluso admiradora para dos mujeres: la poeta anarquista Ana María Sagi (cuando ella le recitaba uno de sus poeta, el alma escondida de Navales resucitaba) y María Casares , entonces una joven promesa del teatro ante la que Navales se rinde por sus dotes de interpretación.

Finalmente, fue consiguiendo que un buen número de artistas republicanos españoles doblegase la testuz y se avinieran a participar en las actividades de Falange en la avenida Marceau. Eran colaboraciones que les permitían ser rehabilitados por el régimen, a la vez que los desahuciaba ante los refugiados republicanos, y este era el fin último de Navales, corromperlos hasta desacreditarlos.

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En este regreso de Juan Manuel de Prada a la Literatura, a la gran ficción, la historia tiene un papel importante que se entrecruza con la invención para fraguar un relato fascinante y asombroso. Un trabajo literario gigantesco y, sobre todo, enormemente valioso.

'Mil ojos esconde la noche 1. La ciudad sin luz'

Juan Manuel de Prada

Espasa

800 páginas

24,90 euros

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