Opinión | OPINIÓN
Calafell y Barral, una oportunidad perdida
Esa localidad del litoral tarraconense podría estar llamada a ser centro universal de escritores, pero no se lo creen
La casa del escritor y editor Carlos Barral en Calafell / Joan Puig
Calafell, localidad del litoral tarraconense, separada por una calle de El Vendrell, patria de Pau Casals, podría convertirse en uno de los centros de la literatura castellana en el mundo. Podría. Condicional. Ahí está el problema, que no está en condiciones de serlo porque no se cree. No se cree ella misma. No tiene conciencia de la importancia que tuvo, y sigue teniendo desde los años 50, en la construcción social e intelectual de muchos escritores en español. Puede que el problema nazca de esa cuestión. Es español. Pero ese es otro tema.
El motivo de esa importancia viene de la casa de pescadores que el editor Carlos Barral tenía en el pueblo costero heredada de su padre, el capitán Argüello. Ese era su pseudónimo, contaba Barral. Por esa casa pasaron Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Julio Cortázar o Cristina Peri Rossi. Allí tuvieron residencia Juan Marsé y Jorge Edwards. Ana Maria Moix terminaba muchos de sus libros en la residencia de Edwards y Cristina Fernández Cubas recordaba el otro día en las jornadas Transversal de El Vendrell que allí escribió su primera novela, El año de gracia (Tusquets, 1985), después de años con relatos. En un apartamento de Calafell.
Ese trozo de costa, al que llegó el padre de Carlos Barral navegando, territorio de piratas, posee un castillo medieval defensivo de la época de la Marca Hispánica y tiene uno de los poblados íberos más importantes de la península del siglo VI a. C, además de un mar con una de las mayores concentraciones de yodo, lo que facilitó la construcción del Sanatorio de San Juan de Dios para niños tuberculosos, hoy un hotel de lujo, Le Meridien Ra, donde José Luis Espina pone de acuerdo a unos y otros para conversar de literatura. Pues, por alguna razón sin sentido, ese lugar podría (condicional, una vez más) estar llamado a ser centro universal de escritores. Pero no se lo creen.
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