María José Navia: "Para mí escribir es una forma de seguir leyendo"

Nunca tengo un plan cuando escribo. O no antes de escribir. El diseño de mis libros se va armando a medida que avanzo: un relato llama a otro relato; luego a uno más. De a poco van apareciendo conexiones, un hilo secreto. Después el trabajo se vuelve consciente y busco epígrafes, agrego referencias, juego con los ecos.

Yo lo que más disfruto es leer y para mí escribir es una forma de seguir leyendo, de continuar la conversación con las y los autores que me han marcado, las historias de otras y otros que ya forman parte de mi biografía.

Todo lo que aprendimos de las películas es (ahora que el libro está publicado, que comienzo a recibir reacciones y comentarios, que ha pasado un tiempo para pensarlo después de su escritura) un homenaje a la presencia del cine (como ritual) y de las películas como parte de nuestras vidas.

Las ficciones que nos rodean, las películas que buscamos y las que vemos un día al pasar o dejamos por unos minutos en el televisor. Grandes películas, historias que marcan nuestras infancias, pero también películas que quizás habríamos olvidado si no las hubiésemos visto en cierto momento o en la compañía de alguien que nos importa.

Ir al cine como compartir la oscuridad. O un acercarse a la luz, desde la oscuridad, y rodeada por extrañas y extraños que piensan distinto, que han vivido cosas diferentes. Y, sin embargo, durante esas horas en que transcurre la historia frente a nuestros ojos, estamos, sí: juntos. Conmoviéndonos, llorando, compartiendo una vulnerabilidad y un gozo.

Las películas como una forma de ver visiones, en comunidad.

También como un ajuste de la mirada.

"Me gustaría ser la mejor cuentista que pueda o alcance a ser con el tiempo que tenga sobre la Tierra"

Si puedo ser algo en este mundo de los libros (además de una lectora feliz), me gustaría ser una buena cuentista. La mejor que pueda o alcance a ser con el tiempo que tenga sobre la Tierra. El relato breve me permite trabajar el lenguaje con paciencia y cuidado, miniaturas que pueden guardar el infinito. Mi género preferido es el cuento y, más en específico, los libros de cuentos conectados.

Historias que van tejiendo redes entre sí, o conjurando una melodía. Con cada libro, intento que esas conexiones sean distintas. Como los lazos familiares en Kintsugi (cada relato siguiendo a un miembro de una familia quebrada), la tecnología en Una música futura (como máquina creadora de ficciones) o, ahora, las películas (con homenajes a Lost in Translation, El Mago de Oz, las películas de Tim Burton, de Sarah Polley, de Isabel Coixet, entre otras), una casa que se va embrujando y une los destinos de algunos de mis personajes, una escritora y madre que vamos conociendo desde distintos ángulos (para nunca llegar a conocerla realmente del todo, como todas las madres, como todo el mundo), y vínculos y relaciones afectivas que se instalan o entienden desde un “casi”: casi madres, casi padres, casi amigas, casi parejas.

Territorios de la posibilidad y de lo fugaz. De lo que parece que va a marcarnos para toda la vida y luego se esfuma; lo que creemos que no importa y se queda.